El reconocimiento a un senegalés que salvó la vida a un jubilado en un canal depende de un trámite burocrático La Guardia Urbana de Lleida propone que se le entregue una placa conmemorativa por su hazaña El inmigrante se dirigía a clase de catalán cuando vio que la corriente arrastraba al anciano de 82 años y se lanzó al agua.
JAVIER RICOU Lleida 18/06/2010
Mi corazón me manda". Sall Abdourahmane es hombre de pocas palabras, pero directo y honesto en sus afirmaciones. Sall tiene 42 años, es de Senegal y hace un par de semanas se jugó la vida para salvar la de un anciano de Lleida, al que salvó de morir ahogado en un canal. La heroicidad se merece un reconocimiento y el Ayuntamiento de Lleida, tras pedirlo la Guardia Urbana, se plantea premiar a este inmigrante con una placa conmemorativa por su hazaña. Pero Sall no tiene regularizada su situación en España. Es un héroe sin papeles, por lo que ese merecido reconocimiento depende ahora de un simple trámite burocrático que le convierta en ciudadano con plenos derechos.
Sall no pide ninguna compensación por su hazaña. "Si el reconocimiento se hace de corazón, yo ya me doy por satisfecho", afirma. El sentimiento del que habla este inmigrante es el que le empujó a él a tirarse al canal de Seròs –en las afueras de Lleida– para salvar la vida a un hombre, de 82 años, que estaba a punto de ahogarse. Sall se dirigía ese día –como hace cada lunes y miércoles– a clase de catalán. Aprende este idioma gracias a una iniciativa de la ONG Lleida Solidària. En el trayecto para llegar al aula, que siempre hace a pie, pasa por un puente que cruza el canal de Seròs. "Aquel día oí un ruido extraño, miré al agua y observé la cabeza de un hombre al que arrastraba la corriente", recuerda. Sall no se lo pensó dos veces. "Yo no puedo dejar que alguien muera", afirma.
Corrió por el margen del canal y cuando llegó a la altura de esa persona se quitó los zapatos y los pantalones y se tiró al agua. El canal de Seròs lleva ahora su máximo caudal. "Nadé hasta el hombre y lo cogí. La corriente nos arrastraba entonces a los dos", sigue contando. Sall tuvo que hacer un gran esfuerzo para desplazarse, con el jubilado en brazos, hasta la pared del canal. Allí le esperaban tres ciudadanos rumanos –asentados en un descampado cercano al canal– que le acercaron un tronco, al que se asió. "Él –añade refiriéndose a este jubilado– no tenía ya fuerzas para nada. Me costó mucho sacarlo del agua", revela Sall. Una vez ambos estuvieron ya fuera del canal, este inmigrante senegalés y el anciano –al que tuvo que reanimar– caminaron en dirección al centro de Lleida. Al llegar al puente recién estrenado que da acceso a la estación de Renfe, Sall vio a una patrulla de la Guardia Urbana. Se acercó a los agentes y les contó lo que había pasado. Dejó al jubilado con los urbanos y su única preocupación, tras la heroicidad, fue correr hasta la calle Sant Martí para no perderse la clase de catalán.
Días después Sall recibió una llamada. Era el hijo del anciano, que le dio las gracias. "Fue todo un detalle", afirma este inmigrante. Haberse jugado la vida no ha variado el día a día de Sall. Tiene esposa y cuatro hijos en Senegal, una madre y seis hermanos. Él es el mayor y sólo anhela tener un trabajo para ayudar a su familia. Si los papeles se midieran por el tamaño del corazón, a Sall le sobrarían los folios.
JAVIER RICOU Lleida 18/06/2010
Mi corazón me manda". Sall Abdourahmane es hombre de pocas palabras, pero directo y honesto en sus afirmaciones. Sall tiene 42 años, es de Senegal y hace un par de semanas se jugó la vida para salvar la de un anciano de Lleida, al que salvó de morir ahogado en un canal. La heroicidad se merece un reconocimiento y el Ayuntamiento de Lleida, tras pedirlo la Guardia Urbana, se plantea premiar a este inmigrante con una placa conmemorativa por su hazaña. Pero Sall no tiene regularizada su situación en España. Es un héroe sin papeles, por lo que ese merecido reconocimiento depende ahora de un simple trámite burocrático que le convierta en ciudadano con plenos derechos.
Sall no pide ninguna compensación por su hazaña. "Si el reconocimiento se hace de corazón, yo ya me doy por satisfecho", afirma. El sentimiento del que habla este inmigrante es el que le empujó a él a tirarse al canal de Seròs –en las afueras de Lleida– para salvar la vida a un hombre, de 82 años, que estaba a punto de ahogarse. Sall se dirigía ese día –como hace cada lunes y miércoles– a clase de catalán. Aprende este idioma gracias a una iniciativa de la ONG Lleida Solidària. En el trayecto para llegar al aula, que siempre hace a pie, pasa por un puente que cruza el canal de Seròs. "Aquel día oí un ruido extraño, miré al agua y observé la cabeza de un hombre al que arrastraba la corriente", recuerda. Sall no se lo pensó dos veces. "Yo no puedo dejar que alguien muera", afirma.
Corrió por el margen del canal y cuando llegó a la altura de esa persona se quitó los zapatos y los pantalones y se tiró al agua. El canal de Seròs lleva ahora su máximo caudal. "Nadé hasta el hombre y lo cogí. La corriente nos arrastraba entonces a los dos", sigue contando. Sall tuvo que hacer un gran esfuerzo para desplazarse, con el jubilado en brazos, hasta la pared del canal. Allí le esperaban tres ciudadanos rumanos –asentados en un descampado cercano al canal– que le acercaron un tronco, al que se asió. "Él –añade refiriéndose a este jubilado– no tenía ya fuerzas para nada. Me costó mucho sacarlo del agua", revela Sall. Una vez ambos estuvieron ya fuera del canal, este inmigrante senegalés y el anciano –al que tuvo que reanimar– caminaron en dirección al centro de Lleida. Al llegar al puente recién estrenado que da acceso a la estación de Renfe, Sall vio a una patrulla de la Guardia Urbana. Se acercó a los agentes y les contó lo que había pasado. Dejó al jubilado con los urbanos y su única preocupación, tras la heroicidad, fue correr hasta la calle Sant Martí para no perderse la clase de catalán.
Días después Sall recibió una llamada. Era el hijo del anciano, que le dio las gracias. "Fue todo un detalle", afirma este inmigrante. Haberse jugado la vida no ha variado el día a día de Sall. Tiene esposa y cuatro hijos en Senegal, una madre y seis hermanos. Él es el mayor y sólo anhela tener un trabajo para ayudar a su familia. Si los papeles se midieran por el tamaño del corazón, a Sall le sobrarían los folios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario