
Es probable que la presencia de los trabajadores extranjeros en las manifestaciones del 29-S no sea significativa. Si eso sucede no será debido a su escasa afiliación sindical, sino a que no se les reconoce como ciudadanos. No nos equivoquemos, el motivo inmediato de la huelga es laboral, pero la razón última de la protesta es el desmenuzamiento del bienestar social. Lo que se rechaza es un modelo de sociedad que entristece el futuro de los adultos y oscurece la vida de los jóvenes. Lo cierto es que el grueso de los trabajadores extranjeros no percibe qué consecuencias va a tener la modificación de las reglas de juego en su mercado de trabajo.

Los trabajadores españoles les reprochan que estén dispuestos a trabajar por menos, sin medidas de seguridad y con escasa experiencia en el oficio.
Así que primero se enfrentarán los extranjeros legales con los indocumentados y, después, con los autóctonos menos cualificados. De modo que al foráneo le interesa apoyar el paro laboral para no alimentar la división de los que están abajo.
Además, puede estropearse la convivencia con los lugareños y, puesto que la mayoría de los inmigrantes ya se ha decidido por el arraigo familiar, el sueldo directo pierde relevancia frente a la mengua de la protección social.

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